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Una vez oí a Antonia Gala decir que él no coleccionaba bastones, sino amigos que le regalaban bastones.

Me encantó esa frase y decidí que yo que me gustaba coleccionar botellas y tazas, coleccionaría amigos que me trajeran de sus viajes tazas. Mi cocina está llena de tazas que me traen amigos de sus viajes. Muchas ya no están porque las uso y se rompen, pero de ese modo cuando me tomo mi café, cada día en una taza distinta, me acompaña en cierto modo la persona que se tomó el tiempo en su viaje de acordarse de mi y comprarme una taza.

Me parece fantástico que con una de las cosas más importantes de mi vida, la música,  me pase algo parecido. Me encanta que me dediquen canciones,  y de ese modo, en mi memoria, no colecciono canciones especiales, sino personas especiales que me dedican canciones.
A veces una canción que ya conocía, pero cuando me la dedican, esa canción pasa a quedar ligada en mi memoria a la persona que me la dedica. Es una sensación que me encanta la de sentir que la música une dos almas en ese sentido.
Estos días han sido muy especiales para mi.  Algo inesperado se ha colado por una rendija que abrí sin querer. Cuando me di cuenta ya no podía sacarlo… si digo que no me molestó un poco mentiría. Estaba tan ocupada en cerrar puertas y ventanas que  no me daba cuenta que eso que impide que entren, también impide que salgas…
A día de hoy agradezco que mis ventanas tuvieran rendijas… que algunos rayos de luz se empeñen en entrar a pesar de lo difícil que lo tienen… y que esa luz lejos de molestar a quien estaba en penumbra, se convierta en una sensación cómoda, confortable, luminosa, liberadora…
Gracias por esta sensación de libertad

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