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Yo en realidad quería ser rockera.

Recuerdo  ser muy pequeña y  ponerme a cantar frente al espejo con lo que pillaba a modo de micro.
Creo que adoro contar historias, mías, de otros, de historias que oigo, que me cuentan, que invento.
Una vez me dijeron que tenía «alma de cantaora» y me encantó. Solo que en el fondo me va más el estilo del rock.
Echo de menos no tener una voz que me lo permita, así que por eso imagino que escribo.
Por eso y porque puedo contar las cosas que me pasan, o  imaginar que la historia acaba de otro modo. Porque cuando la realidad se antoja brutalmente aburrida, o cuando hablas y los demás entienden algo diferente a lo que tú querías expresar,  el papel siempre te da otra oportunidad. Siempre puedes borrar, o añadir o reconducir una historia.
No hay finales absolutos.
En la literatura ni la muerte es el fin. Se puede pactar con el diablo si es menester para vencer ese enemigo implacable.  Puedes creer en la reencarnación, «atravesar océanos de tiempo» para reencontrarte con alguien solo con imaginarlo.  Y hay quien cree que imaginar algo es el primer paso para realizarlo. O no.
pero mientras lo imaginas y lo plasmas, es en cierto modo vivido. Y del mismo modo que oír una historia nos puede trasladar a sentirla, escribirla nos hace directores de una orquesta mágica donde todos pueden ser y hacer lo que queramos. Las escritoras pueden ser sensibles, frágiles o fuertes y decididas, todo en la misma historia, en diferentes momentos. Los piratas pueden ser misteriosos o estúpidos arrogantes. Pueden ser ambas cosas a la vez, o ninguna. EL narrador puede contemplarlo todo desde fuera y contarlo fríamente o tomar partido. No hay reglas, todo vale. Imagínalo, escríbelo, compártelo.
Y el que lee lo leerá también como él quiera o sepa o esté preparado para leerlo.
Nadie lee de forma aséptica, como nade escribe de forma aséptica una historia. Tus palabras, tus giros, tus emociones parecidas a las de los protagonistas quedan ahí.
Y tú que  lees, pones tu propia historia en esa historia. Quizás sale de tu memoria algo parecido. O suspiras deseando llenar tu vida de esa vivencia que empieza siendo   la imagen de trazos en un papel, o lineas en una pantalla, que atraviesan barreras invisibles y crean imágenes en tu mente.
Ves lo que lees. Sientes lo que lees,
Yo a veces siento que siento demasiado y me es insoportable. Y escribo para sentirlo por última vez.
Y a veces, solo  a veces alivia. Un lapso de tiempo corto.
Mis palabras mías quieren volver. Y con ellas las emociones entrelazadas a las curvas y las tildes. Como unas cuentas de un collar. LA alegría, tristeza, amor, desamor, decepción, esperanza, deseo, rabia, ira, estupor, incluso el sentirse estúpida  y avergonzada… cuentas de emociones de cristal hiladas en un trazo que ya no escribo en el papel.
Y es que  yo… en realidad, yo quería ser rockera.
y cantar  que en vez de odiarte, te convertiste en mi error favorito. Que  no es igual y no es lo mismo.

 

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