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¿Solomon o Salomón?

Antes de leer mi post por favor entrad en este enlace y leed este artículo:

«La envidia y el síndrome de Solomon»


Al leer esa noticia todos estamos casi seguros de ser el que se mantenía firme en su visión a pesar de lo que les oye a los demás… pero la prueba es que la mayoría es influída por ese miedo a ser diferente, a ser el centro de atención, a ser la nota discordante.

Ese artículo me ha llegado en el momento justo. No para animarme a ser la nota discordante… os aseguro que lo traigo de serie…. a veces creo que la «h» intercalada de ni nombre fue el comienzo, el primer paso para no ser forzosamente como el resto.

Imagen tomada del artículo original de El País

Me llega en el momento justo porque justo estos días pasados tomé la decisión de ajustar mi trabajo para adecuarlo más a mis necesidades y objetivos.

Si leísteis el post «Está la cosa chunga» ya sabéis de qué hablo. ( Y si no… a leerlo 😉 ).
Esta semana le confesaba a una amiga que de pronto me di cuenta de que personas a las que no aprecio, sino que quiero, no me han dicho ni un solo comentario bueno sobre mi trabajo, sobre mis nuevos proyectos, sobre haber creado, lanzado y puesto en marcha un proyecto de formación pionero en nuestro país, y me atrevería a decir que en el mundo.  Que entiendo que pueda no gustarles, pero que yo si veo a alguien que quiero conseguir sus metas, me alegro por él.

Algunos de mis trabajos «nuevos» han chirriado en algunos sectores, no les parece igual lo suficientemente serio ni interesante, ni feminista, ni qué sé yo. Eso lo entiendo. Aunque luego me choca que fuera de la galería sí me pidan opinión relacionada o incluso un taller privado.

Esto me hizo un «click» en mi mente.
Primero el click de preguntarme ¿por qué me afectaba? ¿por qué estuve unos días de mal humor, incluso triste?

Pensé que igual era mi ego, que como siempre digo, seguramente no lo tengo tan a raya como debiera.

Pero en este caso no era mi ego ( o no en su totalidad), era mi corazón.
Empecé a decirme que es normal que la gente en general pase de lo que hacemos… pero siendo sincera, la gente no pasa de mi. Soy afortunada, mis trabajos tienen respuesta, la gente los compra y lo mejor es que después están contentas con esa inversión. No me siento una vendedora de humo.
Por cierto al hilo de esto un inciso, que justo hace dos noches alguien me escribió acusándome de lo peor por dar poca información de mis talleres. Yo le dije que la gente  a veces paga mucho más por ir a una obra de teatro y tampoco saben de qué va o si les gustará. Que yo he explicado lo que creo necesario   y que tienen la opinión de los testimonios de quienes ya han asisitido… Y que cada uno vende lo que quiere y como quiere…
Su respuesta: soy una charlatana. Mi respuesta a eso: ninguna. Vale más mi tiempo. Y yo no obligo a nadie a verme ni a oirme ni a comprarme.

Como decía, me siento dichosa de tener mucha gente que me aprecia, mucha más que la que me desprecia… entonces… ¿por qué me sentía tan mal?

La respuesta es sencilla: porque las quiero.

Cuando quieres a alguien seguimos siendo como niños esperando aprobación. Queremos que nuestros amigos lloren con nuestras penas… y  que también se alegren con nuestras alegrías. Y en estas últimas semanas, me he dado cuenta de que si tenemos poca costumbre de llorar con los que lloran… aún tenemos menos de alegrarnos con los que les va bien.

Segundo: el click de darme cuenta de  hacia donde tengo yo que seguir trabajándome mis propias historias.

Esta semana en la formación Continuum contamos con un experto en marketing, Carlos Cano,  que escogió esta frase como slogan de su participación:

«No hay que temer la competencia sino la incompetencia propia»

 Y cuanto más la leo más de acuerdo estoy..

De hecho me voy a atrever a versionarla y a decir que :

«Cuando vea a alguien que tiene éxito, si no me alegro, mala señal»

O buena señal, que todo es relativo. Igual me da las pistas de hacia dónde tengo que seguir trabajando… que no es poco.

Lo positivo es que todo lo que nos acontece nos enseña qué personas son las adecuadas para acompañarnos en cada parte del camino. Del mismo modo que hay una herramienta para cada trabajo, hay personas para cada momento.
Yo en este momento tengo la dicha de trabajar con las que yo he elegido y creedme que no hay dicha mayor.
Somos competencia, nos dedicamos la mayoría a cosas relacionadas,  por separado somos buenas… pero ¿sabéis qué?

Que juntas somos increíbles

Y nos va bien

Y tenemos éxito

Y yo me he librado al menos un rato del complejo de Solomon y no me importa decirlo.
Dejo la falsa modestia para quien se deje engañar por ella.

Y he preferido escuchar a otro Solomon… el rey Salomón, que hace miles de años ya dijo:
«No hay nada mejor para el hombre que comer y beber y decirse que su trabajo es bueno. «(Eclesiastés 2:24)La Nueva Biblia de los Hispanos (© 2005 Lockman)

 

Y para teminar un apunte sobre el post del otro día… para que mis detractores vean que acepto las críticas. Que yo cobre por mi trabajo no significa que no tenga en consideración que hay gente que de verdad no está en situación de gastar ni 1€. Desde el principio de empezar a cobrar mi trabajo ofrecí la posibilidad de un trueque por otros trabajos. Esa oferta la he mantenido SIEMPRE.  Siempre comento que si alguien de verdad quiere o necesita hacerlos no puede pagar que me escriba. No regalo mis talleres salvo si quiero, porque eso no contribuye a que las personas en situación precaria mejoren. Les acepto el compromiso de pagarlo cuando puedan ( no les pongo fecha, nunca lo he hecho) o de hacer trueque.
Y no voy a volver a comentar más sobre este asunto.
Sed felices.♥♥♥

 

«Dedicado a mis compañeras de camino: Carol, Elena, Merce, Trini y Vega.»

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