Que nos pasamos la vida jugando el rol que nos marcan es algo que ya casi nadie discute. En este post de mi otro blog hablaba sobre ello, aunque lo enfocaba al rol de padres. No etiquetar, dejarles libertad para desarrollar todas sus facetas y que sean ellos mismos los que decidan cuál o cuáles potenciar.
Hoy hablo de los adultos, de nosotros los que ya hemos crecido asumiendo un papel.
Muchos nunca tomarán conciencia de ello y seguirán como siempre, cumpliendo las expectativas marcadas desde fuera. O peor aún no cumpliéndolas y sintiéndose perpetuamente fracasados.
Otros, muchas veces tras una crisis, se pararán, pensarán y se darán cuenta de la realidad.
Ser «la lista», «la guapa», «el mayor», «el consentido» nos ha acompañado toda nuestra vida… pero ¿somos eso realmente? O mejor aún: ¿queremos ser solo eso?.
He comentado ya que el taller «Sácate Partido» surgió de las reflexiones para un post «Más que guapas» y de mis propias experiencias .
Yo he sido, no una niña «lista», sino «LA lista» y sé lo que implica ese cliché. Además soy «la mayor» «la responsable»… con todo lo que eso condiciona a una niña que se pasa la vida oyendo eso de:
«cede tú que eres la mayor» o «tienes que dar ejemplo».
Claro que mis hermanos y primos no lo tenían fácil…. ir detrás de la que saca 10 en todo…
El caso es que no era especialmente mona, tampoco era fea, era «normalita». La guapa era mi prima que era rubia y luego, mi hermana que era un bollito de esos comestibles… (mi hija se le parece mucho ♥-♥).
Así que entre enseñarle a las visitas lo bien que leía el periódico con 4 años y dar ejemplo a mis primas, ya me gané mi papel en el teatro familiar´:
«Nohemí es muy lista y muy responsable»
Y cuando ese es tu papel, el de guapa es para otra…. y tú pues vas creciendo con esa escala de valores: ser lista es mejor que ser guapa.
Como si alguna de esas dos características fuera a asegurarte la felicidad, cuando no es así.
Con estos antecedentes, más una adolescencia difícil y una mochila familiar de descontento con lo femenino… os podéis imaginar.
Tardé años en aceptarme y algunos más en gustarme.
Pero lo conseguí.
Por primera vez tengo conciencia de que mi cuerpo, y mi imagen son algo más que el envoltorio de mi cerebro. Que soy mucho más que una niña lista o guapa o responsable o cualquier otra etiqueta que los demás vean en mi… que soy todo eso y mucho más.
Y de lo que he aprendido y experimentado en todo el proceso de forma personal y de lo que he visto en las mujeres que me han rodeado desde que tengo conciencia y de los recursos y herramientas que he ido encontrando e incorporando a mi vida es con lo que me lancé a montar los talleres «Sácate Partido».
Sé lo que piensa mucha gente de él, lo que inspira el nombre, lo que creen que hago y digo . Porque yo cuento muy poco del taller y eso siempre da lugar a suposiciones y especulaciones.
Prefiero que lleguéis un poco «vírgenes» o que leáis los testimonios de las que han aisistido para que os hagáis una idea, o que leáis post como el que ha escrito Carolina en su blog y que os copio:
«Aprendiendo a ‘Sacarme Partido’ 🙂
He decidido volver a mi pobre y abandonadito blog con una experiencia reciente que he tenido. Que además viene al pelo con la fecha de mañana, 8 de marzo.Es una pequeña reflexión sobre la mujer y la belleza. Espero que no la típica.Mi amiga Nohemí Hervada dirige unos talleres, presenciales y online. Uno de ellos, el Sácate Partido, siempre había llamado mi atención. Pero como desde la negación, porque si hay algo en lo que creo que yo soy experta es, precisamente, en no sacarme partido de forma alguna J Yo reposteaba la info en facebook segura de que, dirigiéndolo Nohe, sería un buen taller y podría haber muchas interesadas entre mis amigas. A mi misma me daba curiosidad, pero como yo le expliqué a Nohe, no me animaba a participar por mi ‘natural’ desaliento. Ese ‘pa qué’. ‘Pa qué, si no me va a valer para nada, si es que yo me conozco y luego no voy a aplicarme el cuento’. Ella me animó a participar y finalmente lo hice. Vaya que si lo disfruté.Me gustó mucho la información y los tips, la organización del taller, cómo se explica ella… y el resultado más valioso para mí, en primer lugar, hacerme pensar.Yo soy de esas mujeres que piensan que la belleza está fundamentalmente en el interior. De hombres y de mujeres. Y que, particularmente en las mujeres, la belleza es una suerte de excusa para el sometimiento. Nos llenan la cabeza con la tontería de ‘ser’ y ‘estar guapas’ desde la cuna. Es una condición para gustar. No para gustarse (en primera opción) sino para gustar a otra persona. Y desde esa creencia, la de que la belleza está en el interior, la belleza de lo exterior siempre me ha parecido superfluo y una frivolidad.Creo que en esto siempre ha influido mucho el que yo nunca me he sentido guapa. En los papeles que nos toca vivir en esta vida, a mí me tocó el de ‘niña lista’. Y ahí era donde sentía que tenía que destacar. Ni era guapa, ni iba a serlo, así que ¿para qué perder tiempo fingiendo que podía pretenderlo?Luego vino la rebelión, y el encabronamiento. Si para gustar había que ser una muñequita, pues mejor no gustarle a nadie. Lo que siempre he visto una injusticia es que el mundo de las mujeres gire alrededor de su belleza, de la que depende su aceptación y su atracción, y el de los hombres no. ¿Para qué tantos esfuerzos, si ellos no se tienen que esforzar en nada?Así que me colgué la etiqueta de ‘poco presumida’ y ‘descuidada’. Soy la típica que sólo se pinta en las bodas y fiestas muy especiales (a veces ni eso), que no se pone jamás una crema, que casi nunca lleva tacones, que va a la peluquería una vez al año, con suerte, y que compra ropa en su mayoría funcional y la imprescindible. La que piensa que con ir limpia ya basta. Austera y espartana J porque lo que importa, va por dentro.Bien. Pues el taller de Nohe me ha servido para tirar de un hilo. Porque aunque yo estuviera conforme con mi forma de ser (claro!), algo no acababa de cuadrarme. Porque aunque eso fuera lo que yo opinaba, a veces, me pillo mirándome furtivamente en el espejo y diciéndome ‘Ya te vale’. En los últimos tiempos, desde el nacimiento de mi hijo, he venido sufriendo un cambio significativo. Un trabajo de aceptación de mi misma, de mi persona, de mi imagen. Una especie de reconciliación. En un momento de mi vida en el que, aparentemente, no necesito hacer ‘nada’ para gustar, porque ya conseguí gustarle a alguien lo suficiente, descubrí que lo que necesitaba por fin era gustarme a mí misma. Lo que no había hecho nunca, vamos.Hace algunos meses, a raíz de una lectura que me gustó muchísimo, “Las chicas buenas no toman postre”, y el emotivo artículo de ‘Mamá entra en la foto’, me dije un gran ‘ya basta’. Ya basta de no quererme, ya basta de no gustarme, ya basta de exigirme ser quien no soy. Ya basta. He ido haciendo pequeñas compras, intentando hacerme con prendas de colores y motivos alegres, y salir por fin del permanente ‘luto de las gordas’. Me he cansado de ser invisible.Pero claro, es un gran cambio, y los grandes cambios no se dan de un día para otro. Había avanzado con la aceptación, con el cambio de color (o sea, del no color al color)… pero seguía arrastrando el pesado lastre de ‘yo es que no me arreglo’.El taller de Nohemí me ha llevado a la conclusión de que arreglarse para resaltar lo mejor que cada uno tenemos no es una frivolidad, sino casi una necesidad. Porque todos necesitamos belleza, igual que necesitamos bondad. No el concepto de belleza estereotipada que nos venden en los medios, pero sí belleza. Armonía. Eso pasa por una buena salud, y un buen aspecto. Podemos ser muy buenas personas, pero lo que otros perciben de nosotros a través de la imagen es mucho y muy importante también. Y lo que percibimos nosotros acerca de nosotros mismos! Qué importante para quienes trabajan o pasamos mucho tiempo en casa, quitarse el pijama, y tener aunque sea un mini ritual de cuidado… JOtra de las razones por la que en los últimos tiempos he renegado aún más de la cosmética es porque no soporto echarme potingues con montones de tóxicos. Uso pastilla lo más ecológica y artesana posible, e igual con el champú, el dentífrico, el desodorante… mi excusa para no echarme cremas era no ponerme mierdas, pero eso, era una excusa, porque hoy existen buenas alternativas limpias y respetuosas con el cuerpo. Así que he hecho una pequeña primera inversión y he comenzado por lo más difícil para mí: el hábito J cuando sólo tenía un maravilloso cacao de labios hecho por una amiga, empecé a dármelo cada noche, antes de acostarme. Cuando tuve mi nueva hidratante, también. Y así, poco a poco, espero ir poniendo en práctica los consejos que saqué del taller.Y comprendí que este cuidado no es sexista, ni exclusivo de las mujeres. Querer destacar lo mejor de uno mismo no tiene sexo. Comprendí que el cuidado, y el mimo para con una misma no tienen que ver con la obsesión ni por la moda, ni por la delgadez, ni por la estética, que es lo que verdaderamente tiraniza a las mujeres y las vacía de contenido.Y desde aquí, finalmente, quiero volver a agradecerte Nohe que me animaras a participar, porque esta reflexión me hacía mucha falta ;)»
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