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Ayer puse el blog privado.
Al parecer, este rincón que solo lees tú y algún otro más, molesta por su crudeza en algunos temas.
Hoy he decidido que lo dejaré cómo estaba.
No lo difundo, no lleva mi nombre, no le doy bombo… pero lo quiero así. Lo quiero abierto.
Ya he cerrado demasiadas cosas y escondido demasiadas otras.
Cuando perdí a mi bebé viví en carne propia el rechazo que nos produce el dolor ajeno.  Me veía pidiendo perdón por llorar. Hasta que me di cuenta de las connotaciones que tenía hacerlo.
No pienso pedir perdón por llorar, o por querer, o por no querer, o por odiar.
No pienso pedir perdón por ser sincera.
No pienso fingir para que te sientas mejor. No aquí. No con estos temas.
No pienso decir «te quieros» para conseguir cosas, para que la otra persona se sienta plena y satisfecha, para que sus egos se ensanchen, para que creas que soy lo que no soy.
Las palabras son palabras, fáciles de pronunciar. Algunas a base de repetirlas sin ton ni son se han convertido en palabrería.
Intento no caer en eso.
Pero al parecer hay una especie de reglas del juego colectivas que dicen que hay que encajar en sistemas preestablecidos, con normas claras y definidas y etiquetas y roles.
Y nos parece que las personas no podemos crear nuestros propios sistemas. Los que decidan los implicados, tomando de lo que hay esto y dejando aquello.
¿Soy egoísta?
Pues probablemente. Porque en el fondo lo somos todos. Creo que salvo en las relaciones padres-hijos, la mayoría de las demás son todas egoístas. Basadas en lo que obtenemos.
El llamado amor debe ser la más egoísta de todas. Queremos por cómo nos hace sentir, por lo que obtenemos, por lo que mostramos al mundo que tenemos.
¿Por qué no adaptar ese egoísmo para que las relaciones sean lo que esas personas decidan y solo ellas?
¿Por qué enaltecemos la sinceridad si luego no soportamos oír la verdad?
¿Por qué nos duele el engaño?
¿Porque nos engañaron, porque no nos dijeron que nos engañaron, porque nos dicen ahora que un día nos engañaron y nos sentimos doblemente engañados, porque nos engañamos a nosotros mismos creyendo que esta vez sí, que esta vez iba a funcionar y no fue así?
¿Nos duele que nos fallaran?
¿O nos duele haber apostado y perder?
¿Nos duele por el ego?
Siempre es el ego.

Quería las buenas noches y los buenos días.
Mirar el cielo desde una duna
Mirar tus ojos que me leían
Bailar en la calle,
o en mi casa o en la tuya
Bañarme en el mar, de noche  y desnuda
Perder la ropa
y encontrarla
Reírme de todo
De lo gracioso y de lo penoso
Las Caricias a escondidas
Besos robados y entregados
Pedidos y regalados
Pero besos que sabías que me gustaban
Quería quererte
Sin ataduras
Yo contigo, tú conmigo
Sin terceros opinando
Quería ser viento
¿recuerdas?
Quería ser meta
Y el punto de partida de tus carreras
Quería esa pintadera
porque era tuya
Quería la niña de la pulsera
niña que tú ya conocías
Quería la caja mágica
por buscarla y encontrarla para mí
Quería los «chas» de madrugada
Yo quería todo eso
Nada más y nada menos
Pero «eso» era magia
y ya no soy una niña
Y ahora ya sí sé
que no existen ni los «chas» ni  la magia.

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