Duelen las entrañas, duele tu recuerdo
Duele comprobar que no me quieres
Duele constatar que fui un juego
Duele que aposté, creyendo que había reglas
Duele que jugaras de farol, con comodín
Duele ver que el miedo era tan grande
Duele que no fuiste el «caballero» pero sólo para mí
Duele que invitaras a más gente a nuestra fiesta
Duele que fingieras tus ganas de escapar
Duele que lo hicieras tan mal
Duele que en el fondo lo sabía
Duele el intentar que me quisieras todavía
Duele cómo a veces, estando no estabas
Duele que no estabas y te esperaba
Duele que te quejes de que sufres
Duele tu egoísmo infinito y pueril
Duele que abusaras del cariño que te tengo
Duele devolverte tus regalos
Duele verlos en mi casa, en mi vida y en mi piel
Duele recordar el roce de tus manos
Duele arrancármelo a jirones
Duele cerrar los ojos, poder sentirlo y anhelarlo
Duele mi camino por la puerta de tu casa
Duele que me pregunten por ti, como si no pasara nada
Duele desear que todo pase y sea un sueño
Duele despertarse y ver que el sol no despejó tus miedos
Duele la vergüenza que causan tus palabras
Duelen las canciones que entre nosotros volaban
Duelen los poemas de amor, ahora de desgarro
Duele tu torpeza
Duele tu frialdad
Duele ahora hasta tu llanto
Duele la promesa que te hice hace ya tiempo
Duele porque sabes que a pesar de ti y de mí misma…
Yo estaría, si no está ella, en esa meta