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«El mar siempre es traicionero… y un pirata es un pirata,» se dice la escritora mientras cierra su cuaderno y observa el océano ante ella.
Está sentada  a pocos metros de la orilla, por un momento absorta con el vaivén de las olas…

Vaivén… vaivén… y su mente empieza a repetir ese sonido «vaivén, vaivén,vaivén… es casi hipnótico, se dice, y  qué  bien describe en sí misma su significado.
Y entonces por una asociación tonta de ideas piensa en «correveidile», otra curiosa forma en que el contenido se hace forma.
Iba a seguir usando en su memoria ejemplos, a perderse en su amor por el lenguaje cuando de pronto recuerda por qué está ahí.

Y un gesto de contrariedad aparece en su rostro. O más bien, de desilusión.
Estaba casi segura que le vería allí.   ¿Dónde si no? Lo único que sabe de su pirata desconocido es que navega por el mar… así que se llevó su cuaderno y su pluma, y decidió escribir cerca del puerto.

«No seas tonta, tú vienes aquí mucho a escribir, el mar te inspira» le dice una de sus voces interiores , e inmediatamente, casi antes de acabar le interrumpe otra de esas vocecitas que solo ella oye: «Sí, claro, el mar te inspira… JA. Tú estás aquí porque quieres verle. No te engañes. En toda la tarde no has hecho más que garabatos en el cuaderno»

De eso nada, exclama en voz alta y busca en hojas pasadas una par de frases incoherentes a las que intentaba dar forma… Pero la verdad es que aparte de esas frases sin demasiado sentido… solo hay   en el papel muestras de que la mano dibujaba mecánicamente mientras la mente divagaba…

La escritora suspira y se dice que a quién quiere engañar… si además ¡está sola! No hay nadie cerca. Salvo un par de ciclistas y una pareja que ni se ha fijado en ella, de lo absortos que iban contándose sus cosas, , no ha pasado nadie por allí. No necesita fingir ni guardar ninguna compostura. Puede sentirse decepcionada o tonta, o las dos cosas. Total, nadie lo va a saber.
Y cierra su cuaderno, y lo guarda en su bolsa de tela. Y entonces lo coge de nuevo y busca lo que escribió por la mañana…
Lo lee despacio, suspira y lo cierra.

Y solo alcanza a decir:
«Pues sí que soy curiosa. Y estúpida. »
Y cierra de nuevo su cuaderno con un gesto brusco, de un golpe. Y echa a caminar con él en la mano, sin meterlo en su bolsa de tela.

Empieza a caminar hacia el pueblo pensando en esa parejita que vio pasar acaramelada y no puede evitar preguntarse cómo fueron sus primeros encuentros.  ¿Quién empezaría el acercamiento?  ¿Cuánto hará que salen juntos? ¿Cómo se habrán conocido? Y no puede evitar pensar en que es una especie de lotería entre todo el mar de gente que nos rodea, encontrar   o encontrarse con un pez que te guste y al que le gustes.
Y entonces se dice que por qué narices piensa en peces y en el mar. «Nada de agua, nada de agua, nada de agua, nada de barcos y nada de piratas. Pensaré en el desierto. Eso, pensaré en pirámides en el desierto. Por cierto mañana voy a hacerme un tatuaje. Sí, una pirámide. Arena, seco. Nada de mar, ni agua ni peces. Ni piratas.»

Porque los piratas, y todo el mundo lo sabe… no son de fiar.

(Continuará…)

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