Les descubrí hace un par de noches… y les he visto al menos 20 veces estos días.
Siento fascinación por las relaciones padre-hija, seguramente porque me encantaría tener algún recuerdo de ese tipo.
Veo a mi hija con su padre, esa casi adoración que sienten el uno por el otro y me digo que todo merece la pena.
E intento recordar alguna escena de complicidad con mi padre en mi infancia y solo tengo una, muy breve, de un día con una bici.
Una.
Una escena difuminada y breve en mi memoria.
Y la niña que debía adorar a su padre me mira con cara de tristeza preguntándome por qué. Por qué ella es adorable para tanta gente y no para su propio padre.
Y yo la abrazo y le digo que no es culpa suya. Que algunos padres sencillamente son incapaces de dar a los hijos lo que estos necesitan. Quizás porque no lo tienen. Porque no quieren. Porque no saben.
Da igual ahora.
Ahora nada de eso importa.
Ya pasó el rencor.
Solo tengo un deseo: que mi hija ( y mi hijo obviamente) tengan momentos como el del vídeo compartiendo pasiones e ilusiones con su padre. Que estén orgullosos mutuamente y que yo les vea y me diga que todo está bien, que todo mereció la pena.