Una vez oí que todo lo que hacemos en la vida está motivado desde una de estas 2 emociones: el miedo o el amor.
Desde entonces a menudo cuando tomo una decisión me pregunto desde dónde la tomo.
No siempre es fácil distinguirlas, a veces parecen la misma cosa. Sobre todo porque la idea de amor que tenemos en general está bastante distorsionada y porque nuestra propia mochila está muy cargada con cosas que nos hacen difícil pensar de forma coherente. Nuestra mochila tiene mucho de todo… menos de autoestima.
Cargamos con inseguridades de las que a veces no somos conscientes, que sólo comprendemos cuando nos decidimos a mirar quiénes somos y de dónde venimos. No es fácil. Es un camino doloroso mirar a ese bebé y niño que fuimos y saber que a pesar de todo el amor que se nos quiso dar, en la mayoría de los casos no fue suficiente.
Se convenció a nuestros padres que era mejor parir en un hospital, con anestesia, dejarnos dormir en el nido y darnos biberones, que eran mucho más modernos y liberadores. Nos arrojaron a lugares donde se «guardaban» niños, como quien deja el coche en un parking esperando a que salgamos de trabajar.
Algunos fuimos criados por abuelas, quizás en semanas alternas.
Y crecimos con poco brazo y mucha Tv.
Rara es la persona que tuvo un maternaje satisfactorio y satisfaciente. Y esa realidad por ser lo común no deja de ser devastadora para una sociedad compuesta de adultos con una carencia primal que nos empeñamos en llenar con otras personas, o con cosas, o con emociones.
En esa sopa orgánica de seres insatisfechos, vamos creciendo con la expectativa de que la felicidad la tendremos junto a alguien en concreto, esa persona que colmará nuestra necesidad. Y así toda la literatura y todo el arte irán moldeando nuestra conciencia colectiva para soñar con encontrar a alguien perfecto.
Alguien que el Universo o Dios o el Destino ha puesto especialmente para nosotros.
Y un día creemos encontrarla: la persona perfecta. Y flotamos, y estamos felices, eufóricos, y en vez de caminar, levitamos al pensar en ella.
Y ese éxtasis que provocan nuestras hormonas junto a ese ser especial: dopamina, oxitocina, nos engancha y nos hace querer repetir.
Y confundimos placer con amor. Confundimos vínculo con necesidad.
Y lo que creemos que es amor es miedo. Miedo a perder, miedo a estar solos, miedo a quedarnos sin esa recompensa, sin ese chute, sin esa emoción.
Entonces alguien nos dice que el apego en ese sentido es una trampa. Que cuanto más quieras retener algo, más lo alejas de ti.
Yo a nivel intelectual lo entiendo perfectamente, le veo la lógica incluso. Porque sé que la felicidad propia depende en primer lugar de uno mismo. Y que el amor empieza por uno mismo.
Pero luego analizo mis propias vivencias y veo lo difícil que es no caer en esa utopía de sentirse colmado con otra persona.
Yo soy intensa para todo. Para amar también.
Seguramente cuanto más intensamente amemos más necesidad manifestamos de llenar un vacío interno.
No sé si se puede cambiar, no creo que sea fácil vivir con el desapego como meta. Lo que sí sé, es que es necesario tomar conciencia de cómo amamos y distinguir el amor del miedo.
Yo he tenido ( tengo) tanto miedo que dejé que el amor se transformara por completo.
Dejé de confiar y de creer y empecé a temer. Y el temor me hizo olvidar.
Tenía tanto miedo que olvidé…
Olvidé
que me gusta estar contigo
que me gustan tus paradas para el café
que me gusta que me vacíes la nevera
que me gusta que de noche hagas «chas»
que me gusta cuando nos besamos a escondidas en la cocina
que me gusta contarte mis penas
y mis alegrías
que me gusta saber que estás ahí si te necesito
que me gusta enviarte canciones
y recibirlas
que me gusta oír tus historias de la bici
y que me expliques por qué el intestino humano es tan largo
que me gusta cuando me haces el amor
y sentirlo así
que me gusta cuando me miras porque sé que me ves
que me gusta cuando ríes conmigo
que me gustan tus chistes malos
que me gusta que tengas un gato
que me gusta cómo me besas y me chupas
que me gusta que te guste mi culo
que me gusta que fantaseemos juntos
Todo eso olvidé
y sólo tuve que echarte de menos para recordar
todo lo que me gusta hacer contigo
Y atreverme a decirte
que me gustaría que me enseñaras Sevilla con tus ojos…
Y ahora sé que no se trata de necesitarte, que no moriré sin ti, ni tú sin mi.
Que se trata de que pudiendo elegir estar separados, preferimos estar juntos.
Que decidimos nosotros, no el miedo.
Yo he decidido que estés en mi vida, sin irte de la tuya.
Y disfrutarnos y reír, y llorar, y hablar y pasear y bailar, y apostar y perder o ganar…
Y esta noche …
volveremos a empezar.
En el mismo lugar donde empezamos ¿recuerdas?
Sin pensar en hasta cuándo ni hasta dónde
sin temer la incertidumbre
Hoy es hoy y estamos juntos
y te quiero y tú me quieres.
y para nosotros este Hoy es mejor que un Para siempre