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Ayer me hiciste un regalo, de esos que no cuestan nada.  Ayer se te escapó un trozo de alma por la boca, creo que sin querer, y se vino conmigo.
No estábamos solos, hablabas feliz con tu amiga, oyendo su historia que nos sonaba tan parecida, quizás demasiado pensaba yo. Y pasó.
Por primera vez nombraste lo que  mi alma intuía, lo que creía leer en tus ojos.  No sé si fuiste consciente, o si te salió de forma espontánea y lo consciente hasta ahora era taparlo.
Da igual. Por primera vez sentí que esas dos líneas separadas se encontraron, pro fin en un mismo momento en una misma intensidad.
No es fácil, igual no dura siempre, o sí, quién sabe, pero fue real.
Y como tú me has dicho hoy, siento cómo a veces, aunque no estés a mi lado me rozas el alma.
Como el viento se nota en la piel aún sin verlo. Como la emoción que sin palabras nos eriza la piel. Como ese escalofrío que nos recorre como un relámpago provocado tan sólo por un recuerdo.
Si cierro los ojos y pienso en tus besos, reacciona todo mi cuerpo.
Cuando no estás añoro tus caricias, las de la piel,  y las otras.
El alma no es algo invisible que nos abandona un día. El alma es la energía que nos anima, que puede hacerlo sola, pero que cuando encuentra compañía, lo hace todo con alegría.
Y mi alma baila, como baila mi cuerpo cuando paseamos juntos. En medio de la gente, o solos, con o sin música. Baila porque baila el corazón cuando hay amor.

Y sí, yo estoy contigo y tú eres mi ciclista.

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