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La pirámide en la piel

La pirámide en la piel

-Pero por qué una pirámide?
-¿Y Por qué no?
-Ya…  es que siempre hay un motivo, y en tu caso sospecho que todavía más.
-¿En mi caso? ¿Soy un caso?
-Sí, eres un caso grave de pensar de más. Creo que le das muchas vueltas a todo. ¿Me equivoco?
-Mmmm. Pues depende.  Aunque no lo creas también me he hecho experta en olvidar . ¿O te crees que eres tú solo ?
-Yo no olvido fácilmente.
-A mí me olvidaste
-¿Eso crees?
-Esa es la realidad
-¿Crees que olvidarte es posible? ¿Crees que olvidas la tormenta que te hace zozobrar? ¿Que se olvida la esperanza cuando ya te habías rendido, cuando ya no quedan ganas de luchar? ¿Crees que podría olvidar tu sonrisa y tu mirada?
-Eso creí. Desapareciste sin más.
– Ay pequeña campanilla…
-Ya empezamos con los juegos…
-¿No te gusta ser un hada?
-Prefiero ser una bruja… o hechicera… me pega más
-Hechicera…  sí. Escoges bien las palabras… y lo sabes.
-Las palabra son mi barco… escogerlas navegar
-Te propongo algo… dejo el barco y tú el cuaderno… y miramos esa piedra dibujada en tu piel, mientras me cuentas la historia… y me cuentas el por qué…
(Continuará…)

El mar siempre es traicionero

El mar siempre es traicionero

«El mar siempre es traicionero… y un pirata es un pirata,» se dice la escritora mientras cierra su cuaderno y observa el océano ante ella.
Está sentada  a pocos metros de la orilla, por un momento absorta con el vaivén de las olas…

Vaivén… vaivén… y su mente empieza a repetir ese sonido «vaivén, vaivén,vaivén… es casi hipnótico, se dice, y  qué  bien describe en sí misma su significado.
Y entonces por una asociación tonta de ideas piensa en «correveidile», otra curiosa forma en que el contenido se hace forma.
Iba a seguir usando en su memoria ejemplos, a perderse en su amor por el lenguaje cuando de pronto recuerda por qué está ahí.

Y un gesto de contrariedad aparece en su rostro. O más bien, de desilusión.
Estaba casi segura que le vería allí.   ¿Dónde si no? Lo único que sabe de su pirata desconocido es que navega por el mar… así que se llevó su cuaderno y su pluma, y decidió escribir cerca del puerto.

«No seas tonta, tú vienes aquí mucho a escribir, el mar te inspira» le dice una de sus voces interiores , e inmediatamente, casi antes de acabar le interrumpe otra de esas vocecitas que solo ella oye: «Sí, claro, el mar te inspira… JA. Tú estás aquí porque quieres verle. No te engañes. En toda la tarde no has hecho más que garabatos en el cuaderno»

De eso nada, exclama en voz alta y busca en hojas pasadas una par de frases incoherentes a las que intentaba dar forma… Pero la verdad es que aparte de esas frases sin demasiado sentido… solo hay   en el papel muestras de que la mano dibujaba mecánicamente mientras la mente divagaba…

La escritora suspira y se dice que a quién quiere engañar… si además ¡está sola! No hay nadie cerca. Salvo un par de ciclistas y una pareja que ni se ha fijado en ella, de lo absortos que iban contándose sus cosas, , no ha pasado nadie por allí. No necesita fingir ni guardar ninguna compostura. Puede sentirse decepcionada o tonta, o las dos cosas. Total, nadie lo va a saber.
Y cierra su cuaderno, y lo guarda en su bolsa de tela. Y entonces lo coge de nuevo y busca lo que escribió por la mañana…
Lo lee despacio, suspira y lo cierra.

Y solo alcanza a decir:
«Pues sí que soy curiosa. Y estúpida. »
Y cierra de nuevo su cuaderno con un gesto brusco, de un golpe. Y echa a caminar con él en la mano, sin meterlo en su bolsa de tela.

Empieza a caminar hacia el pueblo pensando en esa parejita que vio pasar acaramelada y no puede evitar preguntarse cómo fueron sus primeros encuentros.  ¿Quién empezaría el acercamiento?  ¿Cuánto hará que salen juntos? ¿Cómo se habrán conocido? Y no puede evitar pensar en que es una especie de lotería entre todo el mar de gente que nos rodea, encontrar   o encontrarse con un pez que te guste y al que le gustes.
Y entonces se dice que por qué narices piensa en peces y en el mar. «Nada de agua, nada de agua, nada de agua, nada de barcos y nada de piratas. Pensaré en el desierto. Eso, pensaré en pirámides en el desierto. Por cierto mañana voy a hacerme un tatuaje. Sí, una pirámide. Arena, seco. Nada de mar, ni agua ni peces. Ni piratas.»

Porque los piratas, y todo el mundo lo sabe… no son de fiar.

(Continuará…)

El Pirata y la Escritora

El Pirata y la Escritora


-Hola
-Hola ¿Quién eres?
-¿Quién soy yo? ¿Quién eres tú? Tú me hablaste primero

-¿Ah sí? Vaya… aún no controlo bien cómo funciona esto. Normalmente no asalto a desconocidos. 
-No soy un desconocido, soy un pirata.
-Uauuu ¿Un pirata?. Dime que eres como Garfio en «Once Upon a Time», porfa, porfa, porfa…
-¿Cómo quién?  ¿dónde?
-Nada déjalo…
-No, si Garfio sé quién es… ¿era el enemigo de Peter Pan no?
-Bueno, ya sabes… la historia siempre deja bien a los que la escriben…
-No te entiendo
-Pues eso, que igual la historia no es como la cuentan…
-Ya. ¿Y cómo es entonces?
-Pues «El malo» es Peter, Garfio en realidad…. pero oye, ¿tú quién eres? aún no me lo has dicho.
-Sí, te lo dije: Un pirata
-Pues estamos bien… sí eso ya lo sé, de hecho es lo único que sé. Pero sigo con la duda…  ¿serás como el verdadero Garfio?   Claro que tú no sabes como yo, cómo es el verdadero Garfio… Ufff perdona, tiendo a enrrollarme… EN fin, que mientras no seas Barba Azul…
-¿Por? ¿Eres curiosa? A Barba Azul solo hay que temerle si eres demasiado curiosa, ¿lo eres?
-¿Y tú?

-Claro, por eso soy pirata
-Eres pirata por curiosidad?… No entiendo
Creía que los piratas eran piratas por ambición
-Hay muchos tipos de piratasAlgunos somos piratas solo para conocer bien el mar en el que navegamos…  y para conocer bien el mar a veces hay que ir contra las normas establecidas…
-Y de ahí lo de «pirata»
-Claro
-Claro.  ¿Y cuál es la parte que más te gusta de tu trabajo de pirata?
-El abordaje
-Mmmmm… interesante… muy interesante

(continuará…)

Por eso tengo miedo por las noches

Por las noches tengo miedo, porque olvido lo hermoso que es ver amanecer …

Porque olvido que el día siempre llega por muy larga que parezca la noche.

Me acurruco bajo mis sábanas con las ventanas cerradas para que no entre la oscuridad, cerrando así la puerta a la luz de la aurora.  Me encierro como si la oscuridad que asusta fuera la de afuera.

Pero no, no es esa oscuridad la que enfría y paraliza.   No es esa la que nos hace buscar cualquier fuente de luz efímera a la que acercarnos por no abrir las ventanas. Es la de dentro, la propia, : el miedo.
El miedo a sufrir, el miedo a equivocarse, el miedo a entregarse , el miedo a perderse y diluirse, el miedo a sentirse frágil y vulnerable, el miedo a abrir las compuertas del alma y no saber si esas aguas encontrarán  su cauce, el miedo a amar… o el miedo a ser feliz. (más…)

Todo empezó con una maleta roja

Empezó con una maleta roja llena de besos rechazados que nadie quería…

«Empaquetar una historia de amor no era fácil, pero era necesario.

Esa pequeña maleta roja albergaba todos esos pequeños recuerdos que un día le hicieron reír y soñar. Fotos, un posavasos de su primera cena juntos, unas cartas en papel que aún huelen a su perfume, una piedra de un mar que incluía el juramento de un viaje por sus aguas, una pulsera de cuerdas ya ajada…  Y su memoria que le trae sin querer al presente esos momentos con él, recuerdos que querría poder guardar tan fácilmente como esas cosas.
Pero no es tan sencillo. Las cosas se pueden guardar o quemar, pero los momentos vividos permanecen para siempre. Y no sólo los recordamos, nos impregnan el ser, porque nos hacen ser quienes somos ahora.

Sin todos esos momentos, sin esas risas, esas alegrías y esos planes y sueños, aunque truncados, ella no sería la que es hoy.

Cierra la maleta  llorando y pensando en esa canción… “a dónde van los besos que guardamos…que no damos…”

maleta roja

Cuánto añoraba sus besos, cómo disfrutaba su boca. Le sabía bien a pesar de que nunca soportó a la gente que fuma. Será verdad que enamorarse es perder el sentido, se dice.

Y con el click del cierre se jura a sí misma no volver a pasar por esto. No compensa, se repite una y otra vez, el dolor, por el gozo vivido.

Pero en el fondo no lo cree.

Claro que le compensa. ¿Cuánta gente vive años sin experimentar esos momentos de felicidad absoluta? ¿Cuántas personas de las que ella conoce han llorado de felicidad como ella?  Pero sigue diciéndose que no compensa. Se lo repite  porque sabe que ahora necesita la rabia para seguir adelante. Porque sabe que si reconoce que valió la pena a pesar del precio a pagar, seguirá soñando con él, con sus besos, con su boca, con ese viaje por ese mar. Y correría el riesgo de perderse en la tristeza de saber que eso nunca llegará.»

Continuará…

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