por Mimirada | Abr 29, 2015 | Poesía
Duelen las entrañas, duele tu recuerdo
Duele comprobar que no me quieres
Duele constatar que fui un juego
Duele que aposté, creyendo que había reglas
Duele que jugaras de farol, con comodín
Duele ver que el miedo era tan grande
Duele que no fuiste el «caballero» pero sólo para mí
Duele que invitaras a más gente a nuestra fiesta
Duele que fingieras tus ganas de escapar
Duele que lo hicieras tan mal
Duele que en el fondo lo sabía
Duele el intentar que me quisieras todavía
Duele cómo a veces, estando no estabas
Duele que no estabas y te esperaba
Duele que te quejes de que sufres
Duele tu egoísmo infinito y pueril
Duele que abusaras del cariño que te tengo
Duele devolverte tus regalos
Duele verlos en mi casa, en mi vida y en mi piel
Duele recordar el roce de tus manos
Duele arrancármelo a jirones
Duele cerrar los ojos, poder sentirlo y anhelarlo
Duele mi camino por la puerta de tu casa
Duele que me pregunten por ti, como si no pasara nada
Duele desear que todo pase y sea un sueño
Duele despertarse y ver que el sol no despejó tus miedos
Duele la vergüenza que causan tus palabras
Duelen las canciones que entre nosotros volaban
Duelen los poemas de amor, ahora de desgarro
Duele tu torpeza
Duele tu frialdad
Duele ahora hasta tu llanto
Duele la promesa que te hice hace ya tiempo
Duele porque sabes que a pesar de ti y de mí misma…
Yo estaría, si no está ella, en esa meta
por Mimirada | Abr 27, 2015 | Relatos
por Mimirada | Ago 31, 2014 | Fotos, Mi Banda Sonora, Personal
Esta canción me gusta mucho, como la mayoría de Miguel Bosé.
Estaba oyéndola y pensando en por qué nos cuesta tanto olvidar a alguien que por un motivo u otro ya no está en nuestra vida.
Es «traicionero el corazón», dicen, y es cierto. Eso y que tenemos facilidad para perseguir lo que no no hace realmente felices.
Nos enganchamos a la sensación que una persona nos produjo en su día, y en vez de pensar en que eso pasó y ya, queremos repetirlo. Como el drogadicto que busca vez tras vez la sensación de placer y euforia y no acepta que le hablen de consecuencias.
El amor es una droga.
O más bien, el amor que la mayoría conocemos.
Porque creo que la mayoría llegamos a adultos con referentes erróneos de lo que es el amor. No hemos sido bien amados, no nos han enseñado a amar sino a obtener, a ganar, a competir, a retener o a perder. Y con esos antecedentes imagino que el amor de verdad se nos antoja imposible de entender. Y si lo logramos, se nos antoja imposible de sentir y/o de recibir.
«Te necesito», «no puedo vivir sin ti», «sin ti me muero»... así creemos que demostramos cuánto amamos o nos aman, cuando la verdad es que el amor de verdad es altruista y cuando se vive desde la necesidad estamos centrándonos en el Yo, y no el Tú.
Si te necesito a mi lado, estoy pensando en lo que obtengo cuando estás conmigo, en gratificar ese deseo, Mi deseo, que no es otra cosa que resarcir a nuestro ego que viene herido desde hace mucho. Casi siempre desde el mismo comienzo.
Si lo pienso creo que nunca he amado entonces de verdad, como la inmensa mayoría, solo sé amar desde ese lugar. O me he dejado amar o he enfermado de amor. Ambas caras de la misma moneda.
No sé si algún día lograré hacerlo de otro modo, si podré quererme a mi misma lo suficiente para estar completa yo y no pretender que sea el otro quien me dé lo que me falta.
Quizás tendríamos que enseñar a nuestro hijos que amar es dar con generosidad sin perderse. Y que lo primero es quererse uno mismo y no aceptar nunca faltas de respeto, ni en nombre del amor ni en ningún nombre.
Si a las primeras señales de que algo no es como creemos, o como merecemos, dijéramos tranquilamente: «gracias pero esto no nos va a hacer más felices, adiós» igual no iríamos acumulando obsesiones, y decepciones y fracasos y dolor.
Quizás si aprendiéramos a amar dejando el ego a un lado, no viviéndolo como una batalla o una conquista, como un triunfo o un trofeo, igual es que habríamos madurado y estaríamos más cerca de conseguir algo más parecido al amor que lo que conocemos.
«Olvídame tú que yo no puedo»
Puede parecer triste y desesperado, pero cuando el otro nos olvida, cuando es capaz de sacarnos de su vida por completo, y nosotros lloramos y nos rebelamos y nos parece imposible de aguantar esa sensación de fracaso, vacío, decepción, tristeza y rabia a partes iguales… cuando eso pasa, en el fondo nos hace un favor.
SI no puedes olvidar tú, agradece que lo haya hecho él. Te lo pone fácil. Al menos no juega contigo a perpetuar la angustia.
Además olvidar a alguien es la mayor muestra de «no amor» que hay, y ese es el mayor impulso para olvidar tú. Quien no te ama, no te merece.
Al final el dicho «Ama a tu prójimo como a ti mismo» encierra un a lección valiosísima:
No puedes querer a alguien si no te quieres primero tú.