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(…)
-¿Y a ti qué te falta?
Esa frase fue suficiente para desarmarla. Le miró con una mezcla de sorpresa por lo directo de la pregunta y tristeza por darse cuenta que debía ser más que evidente que le faltaba algo importante.

Algo que no disimulaba la energía que desprendía en todo lo que hacía ni su locuacidad en la conversación.
-¿Qué me falta? Repitió en voz baja esquivando la mirada, y pensando en la respuesta rompió a llorar.

Ese día ella dijo en voz alta algo que llevaba comiéndole el alma y la autoestima. No era lo que le faltaba, sino lo que le sobraba en su vida.
Sobraban mentiras. Mentiras gratuitas y desprecios. Sobraba haber confiado en alguien que no la merecía y sobraban todos los que aparecieron después que no hicieron sino aumentar ese vacío que a veces, cuando se asomaba a mirar parecía querer engullirla.

Era dueña de su vida, de su tiempo…  pero no de su corazón. Cometió el error de entregarlo antes de tiempo.
Parece mentira, cómo alguien puede ser tan inteligente para unas cosas y tan cándida para otras.
Cándida pero valiente. Se lanzó tras el amor pensando que quienes dicen amar, lo sienten y lo viven. Y comprobó que las palabras son fáciles de pronunciar. Que a veces los «te quiero» surgen casi solos, con tanta facilidad que creemos que salen de algo cierto. Y la realidad es que nacen sólo de las ganas de querer.
Queremos querer, queremos que nos quieran, y si es posible, queremos que eso se dé a la vez, con la misma persona. Y aparece alguien  y la ilusión, el reto, la excitación y el juego es tan intenso que lo confundimos con amor.
Eso le dijo él cuando ella le reprochó ese distanciamiento cruel sin explicaciones.  Cuando le preguntó a bocajarro si estaba con otra, dándose cuenta que en su cobardía ni siquiera era capaz de decírselo abiertamente. Ni en eso la respetó.

Oírle decir:
-«Sí, he conocido a alguien» fue demoledor.
No sabía lo que se sentía siendo apuñalada literalmente en el corazón, pero debía parecerse mucho a esto. Un dolor indescriptible en el pecho. Una mezcla de alivio por saber que no estaba loca, que no eran imaginaciones de una histérica, junto a  la sensación de falta de aire, de ahogo y de angustia.
Los «te amo» y los planes resultaron no ser nada.

Nada para él, pero a ella le desapareció el suelo bajo sus pies.
Como ese sueño que tenía a veces en el que se veía conduciendo por una carretera entre montañas y se salía hacia el barranco. Esa sensación de sentirse volar, ligera, sabiendo que es la antesala del final. Del más horrible final.
Ese final alargado sin necesidad, literalmente la rompió. La rompió el desengaño, la traición y la mentira.
Sólo algunas amigas muy allegadas supieron lo profundo que cayó con aquello. Ni ella quería ser consciente de cómo la había afectado aquella historia por la que pagó un precio tan alto.
Dolor enmascarado en risas,  intentando anestesiarlo  con otras cosas, con otras personas, que no eran él.
Todo eso recordaba y todo eso le fue contando la escritora al deportista.  Empezó en esa primera cita y siguió desgranándole poco a poco las historias de su vida. Las más dolorosas, las más íntimas, aquéllas que nadie sabía, incluso las que le avergonzaban de sí misma. Como quien se confiesa esperando algún tipo de absolución.
A veces le contaba las cosas entre sonrisas, había aprendido desde muy joven a reírse de sí misma y el sentido del humor iba a serle necesario más que nunca en esta etapa de su vida . Hubo momentos dulces, de felicidad y no era justo negarlo. Recordarlos a veces le daba cierta paz. Como una especie de resguardo que demostraba que aquello fue real. Otras veces hablaba entre sollozos de pura tristeza o de rabia contenida.
Así duele el amor cuando duele.

El deportista iba adentrándose cada vez más en ella.  Poco a poco todos los rincones iban siendo abiertos. Con mucho miedo al principio, con reticencias que ella intentaba disimular con una falsa apariencia de frivolidad. Con todas sus barreras elevadas.
No le importaba abrirse y desnudarse ante él. Lo deseaba, en el fondo, era liberador. Pero no quería que él llegará más allá. No quería enamorarse. No podía enamorarse. No con su corazón roto.

(Continuará…)
Imagen de portada Broken Mara by NanFe 

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