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La vida sigue

La vida sigue

Lo de asemejar la vida a los caminos es tan antiguo como la humanidad misma. Toda la literatura está llena de metáforas y símiles comparando  nuestras vidas a caminos, ríos, carreras…
Porque si hay una verdad absoluta y común a todos los seres vivos, sea hoy, ayer o mañana, seamos hombres o mujeres, ricos o pobres, queridos o abandonados, sanos o enfermos, solos o acompañados… es que la vida sigue.
La vida sigue como el curso del agua, que crees acaba al llegar al mar y no lo hace, porque se ha transformado en otra cosa. Y antes de eso, parte de él ha ascendido como vapor a las nubes y volverá a caer como lluvia.
Como ese sendero que crees que acaba, pero no lo hace. Porque detrás siempre hay algo. Aunque sea una valla, o una casa, o una montaña… cuando crees que te has topado con algo que te impide el paso no es así.
Igual tendrás que rodearlo, o saltarlo, o atravesarlo o escalarlo, pero nada acaba mientras hay vida.
La vida sigue. Vida es movimiento. Vida es caminar o correr o pedalear. Vida es escalar. Vida es dejarse llevar a veces o ir contra corriente. Pero siempre, siempre, hay movimiento.
Incluso cuando crees que estás parado te mueves.
Vivimos en un planeta que gira a gran velocidad, aunque en nuestra infinita y soberbia pequeñez no nos demos cuenta, así que nadie, nunca está parado.
Aunque a veces nos sintamos así: paralizados, congelados, estáticos. Por miedo, por golpes, por dolor, por tristeza, por rabia, por pena, por desamor, por desconsuelo, por traiciones, por desengaños, por desencuentros, por mentiras, por falsas ilusiones….
Y creemos que todo gira menos nosotros. Vemos a la gente seguir con su vida mientras a nosotros nos resulta insoportable continuar el camino. Nos duele la normalidad  y el ritmo de las vidas ajenas cuando nosotros estamos sufriendo.
Quien no lo ha experimentado pensará que qué exagerada, que  qué dramática. Y sí, es cierto que tengo cierta tendencia al drama. Pero el drama es parte de la vida. Parte de lo que nos hace ser humanos. Parte de lo que nos permite disfrutar y alegrarnos, y reír a carcajadas y amar y bailar en la calle, y lanzarse a por lo que se ama sin pensar en consecuencias ni en vergüenzas. Sin la pasión por lo positivo seguramente tampoco habría drama.
Al final se trata de sentir. De sentirlo todo, de vivirlo todo.
Como dice la canción
«Lo contrario de vivir es no arriesgarse»
Un río no puede elegir ir siempre en línea recta. El agua encuentra su propio camino. Y nuestras emociones buscan una vía por la que fluir. No siempre será la mejor, ni las más adecuada para los demás, a veces ni siquiera para nosotros mismos, pero si intentamos detenerlas siempre será peor.
A veces construimos «presas» que las retengan, pero no hay presa tan fuerte que resista la energía de las emociones intentando salir.
Yo hace tiempo dejé de construirlas.
Prefiero dejarlo todo salir.
Si eres un afectado, si te he hecho daño por ello, si te ha dolido lo que digo o escribo… lo siento.
Pero si lo digo o lo escribo es que ya lo siento. Y si lo siento no hay vuelta  atrás. Que lo esconda o lo calle no va a borrar mis sentimientos ni los tuyos.
Y así seguimos, unas veces fluyendo y otras arrastrados por una corriente que se nos antoja insoportable y devastadora. Creemos morir ahogados  en ella, pero casi nunca es así.
Y el agua de la vida se mezcla con nuestras propias aguas en el proceso. Lágrimas de  alegría, sudor de una piel exhausta por el esfuerzo, fluidos de un cuerpo en éxtasis, saliva que busca fluir en otros cuerpos y lágrimas y ríos de llanto.
Y seguimos caminando y dando pasos en una tierra firme a veces  y hostil otras. Como nuestros cuerpos, a veces tan expuestos y otras tan cerrados que hizo falta algo extraordinario para pasar a través de ellos y llegar a la meta.
La vida sigue.
Hoy también, a pesar de todo.
Y yo sigo con ella. Y seguiré viviendo, riendo, llorando, escribiendo…

EL valor de decir Sí

EL valor de decir Sí

Hoy iba a escuchar una de mis canciones preferidas del disco de Vetusta Morla: Fuego, y me ha aparecido este anuncio antes del vídeo

Justo ayer iba conduciendo hacia las Palmas  (aquí podéis ver dónde fui y a qué) e iba pensando en escribir algo sobre el Valor.
Y veo este spot con este título:

«El valor de decir Sí»

La vida se compone de momentos en los que decimos Sí. 
Habrá quien piense que a veces decimos «No», y quizás tenga razón. O mejor dicho, seguro que tiene razón. Porque cada uno al final tiene su propia verdad.
El caso es que cada vez que decidimos decimos «Sí» a nuestra elección, aunque signifique un «no» para otro.
Cuesta asumir que al final todo lo que hacemos es lo que en el fondo queremos hacer.
Ayer mismo por la mañana le decía a una amiga eso tan típico que decimos cuando nos enfadamos con los hombres:
-«Son todos unos cobardes».
Y lo cierto es que en un momento dado, lo vivo así, lo juzgo así, lo creo así, y lo digo así. Cuando la realidad es que a saber lo que es cada cuál.

Igual la cobarde soy yo que no me atrevo a dejar que me quieran de un modo diferente al que yo creo que merezco. Igual me da miedo que no estén del todo a no ser que me lo prometan de forma solemne… o no. Como si una promesa significara algo.

El caso es que las palabras nos traicionan. Y nos traiciona seguir viviendo en momentos inexistentes.
Ayer escribía al hilo de un comentario de una amiga :

Perderse el hoy por vivir en el mañana,

una trampa que nos deja sin hoy y sin mañana

Hace unos años mi «mañana» lo tenía clarísimo. Juré por ese mañana, hice votos por ese mañana.

A cada momento que vivimos vamos formando el camino, antes de poner nuestro pie no había nada. Y dedicar tiempo a dibujar ese camino y a  decorarlo  se me antoja absurdo. Sobre todo si por ocuparse en ello, no disfrutas el presente, no caminas.
Es como si quisiéramos edificar un edificio comenzando por el tejado, sin poner los cimientos.

Puede que para algunos su presente sea vivir planeando el futuro.  Que esos sean sus cimientos. El problema es que ya es bastante difícil planear el de uno como para meter a más gente en la ecuación.
EN fin, que desvarío.
Que me quedo con el valor, con el coraje de decir Sí. A lo que se quiere, a lo que se desea, a lo que se renuncia incluso.
Porque como ayer me escribieron:

«La Magia de saber que todo empieza siempre»
Lo que acabó no fue un NO.
Fue un Sí a algo diferente.

Asco

Asco

Hay gente a la que recuerdas
gente a la que no recuerdas,
gente a la que olvidas sin más;
gente a la que te empeñas en olvidar
Y gente a  la que querías sencillamente borrar de tu vida.

Soy de las que cree que todo no enseña
Que hasta de lo peor se aprende
Que mi «yo» de hoy es consecuencia de todo lo vivido
pero hay experiencias que te generan ASCO
Así, en mayúsculas: ASCO
Y te preguntas cómo una vez compartiste tiempo y espacio
Cómo llegaste a permitir que te tocaran
Personas que consiguen revolverte literalmente las tripas
que destilan un olor nauseabundo aunque estén lejos

Ayer escribía que me rozaban el alma aun en la distancia
y hoy escribo cómo mi cuerpo reacciona con la misma sensación de tragar vómito ajeno
No se me ocurre nada más visual para explicarlo
Vómito podrido
Personas llenas de odio y maldad
Como los cuerpos muertos se llenan de carne putrefacta, larvas y gusanos.

Pido perdón a mi cuerpo por haberle dejado en esas manos
y sólo espero que algún día me lo otorgue.
O mejor no.
Porque al parecer el asco es una emoción necesaria para garantizar la vida, protegiéndonos de cosas que podrían transmitir enfermedades.
Del mismo modo este asco de hoy me recordará que hay gente tóxica, mala, dañina, embustera, rencorosa y misógina.

Mi asco va conmigo para recordarme la suerte que tengo de haberme alejado.
Para recordarme  que como el vómito en la calle, que todos bordean para ni pisarlo,  la gente como tú morirá sola.

Rozas mi alma

Ayer me hiciste un regalo, de esos que no cuestan nada.  Ayer se te escapó un trozo de alma por la boca, creo que sin querer, y se vino conmigo.
No estábamos solos, hablabas feliz con tu amiga, oyendo su historia que nos sonaba tan parecida, quizás demasiado pensaba yo. Y pasó.
Por primera vez nombraste lo que  mi alma intuía, lo que creía leer en tus ojos.  No sé si fuiste consciente, o si te salió de forma espontánea y lo consciente hasta ahora era taparlo.
Da igual. Por primera vez sentí que esas dos líneas separadas se encontraron, pro fin en un mismo momento en una misma intensidad.
No es fácil, igual no dura siempre, o sí, quién sabe, pero fue real.
Y como tú me has dicho hoy, siento cómo a veces, aunque no estés a mi lado me rozas el alma.
Como el viento se nota en la piel aún sin verlo. Como la emoción que sin palabras nos eriza la piel. Como ese escalofrío que nos recorre como un relámpago provocado tan sólo por un recuerdo.
Si cierro los ojos y pienso en tus besos, reacciona todo mi cuerpo.
Cuando no estás añoro tus caricias, las de la piel,  y las otras.
El alma no es algo invisible que nos abandona un día. El alma es la energía que nos anima, que puede hacerlo sola, pero que cuando encuentra compañía, lo hace todo con alegría.
Y mi alma baila, como baila mi cuerpo cuando paseamos juntos. En medio de la gente, o solos, con o sin música. Baila porque baila el corazón cuando hay amor.

Y sí, yo estoy contigo y tú eres mi ciclista.

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